29/6/09

Segundo día de hospital




Los días siempre han sido mejores que las noches. Aunque de cualquier forma las horas dentro de un hospital son largas y eternas, y más cuando no te encuentras bien, no puedes hablar y tienes un peregrineo de visitas que te mira sin saber muy bien que decirte.

El jueves parecía que la cara me iba a estallar, para los Darwinistas pasé del estado Cerdita Pegy al de ardilla conservadora, con mis 20 kilos de almendras recolectadas para el invierno a cuestas en mis mofletes. La ventaja del hospital es el chorreo de calmantes que me metían por vena, directos al corazón gracias al Drum.

Por la mañana me llevaron de excursión para sacarme unas teleradiografías y comprobar que los cóndilos estaban en su lugar. El la dichosa radiografía se veía hasta el tubo de la nariz.

Por la tarde experimente el placer de que me quitasen la sonda vesical, una escena entre porno-sado y ascoguarro. El enfermero me coloca con las piernas a lo indio, sin bragas, por descontado, y me dice muy serio- Cuando yo te diga sopla fuerte, como si tuvieras una contracción y...- en ese momento su mirada fugaz chocó contra mis alambres y la frase terminó más acertada -...bueno no hace falta que lo hagas-

Es curioso pensar quien sería el personaje que decidió solucionar todos los problemas corporales a través de tubos.

Después me quitaron la bolsa en la que caía toda la mierda que mi estómago sacaba por la nariz, un potingue entre rojo y negruzco medio líquido medio coagulo. Así que la sonda paso a ser solo para entradas, y se acabaron las evacuaciones.

La primera comida por la nariz fue de los más desagradable, una jeringa de 50 de puré tx dieta vegetariana, que me resolvió el estomago más que cincuenta montañas rusas juntas, con sus 500 loops.

Desde el primer contacto tuve claro que el tubito de la nariz no estaba hecho para mi...menos mal que ya no lo tengo.

La noche fue extraña, de mudanza perpetua. Cambie unas 500 veces de posición y probé todo el mobiliario de la habitación. Primero la cama, más alta, más baja, más cojines, tapada, destapada; después el sillón, recto, inclinado, más inclinado, con las piernas levantadas, bajadas; el sofá, con cojines, sin cojines... finalmente la cama las seis de la mañana y los ojos como platos.

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