Esta semana me enfrento, más mal que bien, a comenzar a evacuar a empujones los vicios de mi cuerpo.
Dejar de fumar al borde del ataque de nervios es aun más complicado de lo que pensaba.
El lunes fui capaz de no fumar nada gracias a una resaca indeseada y galopante. Fue sencillo plantearme un día sin tabaco, sobretodo después de haberme fumado la noche anterior media tabacalera sin dudarlo.
El martes la cosa comenzó a torcerse. Después de una larga tarde de médicos y moldes la tensión iba en aumento. Como odio la dichosa pasta verde que sabe a rayos y truenos con la que hacen los moldes articulados. Tuve un instante de inesperada alegría con el tercer molde que me hicieron, el de cera. Fue curioso sentir por primera vez en mi vida como apretaba la parte delantera de la boca contra un tope que la sujetaba, los incisivos, los colmillos y los premolares sirven para algo. El doctor me pregunto que sentía, y me sorprendí a mi misma pensando en decir que cerrar la boca era más molesto de lo que esperaba. Me imagino que a todo se acostumbra uno, y yo me he acostumbrado a tener mi boca siempre bien aireada. Después toco la lista de preoperatorios y el despliegue de citas para los próximos días: analíticas, radiografías, electros, más moldes para las piezas de metal, la cita con el cirujano para que me de los protocolos de operación, las pruebas de anestesia,... El estado de ansiedad crecía por segundos y finalmente estalle gracias a un cigarrillo entre mis labios, que si hubiese podido hubiera sido directamente en vena.
Ayer llego la buena noticia de manos de otro doctor, que con el cariño especial que se que me tiene, me informó de que la manera en la que pretendía dejar de fumar teniendo en cuenta el momento en el que me encontraba era una salvajada. El problema ya no es una crisis de ansiedad, dijo sonriendo, sino una vaso dilatadora que te puede acabar llevando a urgencias e incuso a que tengan que posponer tu operación, cosa que no puede ni llegar a plantearse mi cerebro. Que alegría y que alboroto cuando me dijo que no podía ser radical, sino gradual, y que si me concienciaba mejor, por preinscripción médica, me dejaba fumar, siempre y cuando cada semana fuera disminuyendo mi dosis a la mitad.
Total: unos diez cigarros diarios esta semana, unos cinco diarios la siguiente y unos dos la última.
La relajación mental es plena.
Hey! de nada por la resaca del Lunes, me salió gratis! Vaya manera de estropear el encuentro de 50€... Gañanes!
ResponderEliminarChuchi.
jajaja...es lo que tiene la mezcla de nervios, chuzo y desacuerdos matrimoniales. De todos modos gracias por aguantarnos...que te vas comiendo todos nuestros pseudo divorcios en fila...¿a lo mejor eres tu el que los provoca? jajaja
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