22/8/09

El ferrocur hace estragos en mi cerebro

Llevo siete días bebiéndome el Ferrocur en ayunas y, gracias al fino avance de mi pituitaria y el maxidesarrollo de mis papilas gustativas, he descubierto que el líquido negro amarronado que encierran las botellas de plástico de minibar contra la anemia saben más a chupar una llave oxidada de pueblo que nunca. También he desarrollado cierta animadversión a la naranja de zumo viejuna que se encuentra ahora por los mercadillos de calle, que no sé si aportaran la cantidad suficiente y necesaria de vitamina C para metabolizar el lingotazo férrico mañanero pero si sé que no mejoran el sabor que este te deja en la boca. El coctel completo es lo suficientemente explosivo como para tenerme unas horitas a distancia de cualquier ser vivo que se precie.

En esos momentos mi cabeza divaga en busca de entretenimiento y eso siempre ha sido un peligro. Ultimamente pienso mucho en el hecho de que la inmensa mayoría de gente que pasa por una cirugía maxilofacial o una osteotomía maxilar, como es mi caso, se queda considerablemente más guapo después del recorte quirúrgico. Pero, lamenteblemente, no es mi caso. Si en el hospital era Falete, lo cual era un tanto triste, ahora he alcanzado el status de Duquesa de Alba, lo cual es realmente lamentable.




Juzgar vosotros mismos. El labio superior lo muevo igual que ella, osea nada, no la he visto comer, pero seguro que ella, hasta sin dentadura, es capaz de ser más rápida y más desafiante con lo que se meta para adentro, la voz no me tiembla tanto, pero dentro de un par de efectos secundarios más ya lo conseguiré.
Total píntame el pelo de blanco, cómprame unas gafas mejores y regálame un poco de botox para los labios, y seré el fiel clon de tan "ilustre" personaje.
P.D.: en segundo plano mi madre mira pantalones en el puesto ajena a los paparazzis que acosan a su hija.

14/8/09

Suben los calores, bajan los paseos.

El tiempo vuelve a echarme mal de ojo y de cerca. Los sudores acompañan a los mareos que suben y bajan del sol a la sombra y viceversa. La cabeza está más pesada y zumbona desde ayer, que deje de lado el Dogmatil, y aun busco la explicación para ser capaz de subir al Everest y cruzar a nado el Canal de Suez cuando tomaba la medicación, y de no llegar apenas a la esquina de la manzana, renqueando y arrastrando la pata ahora que ya no la tomo. Creo que acabo de descubrir que el Dogmatil es el perfecto sustituto de la combinación de anfeta y cafeína sin fronteras (que no se me ofenda el gremio que todo acaba siendo producto de la imaginación de una enferma desesperada por recuperar la normalidad)

Mañana por fin sola, bueno casi, sola por las tardes, para recuperar el caminar despacio pero en silencio, siendo consciente de que todos los que lo hacen a mi alrededor se llevan un extra de puntos con posibilidad de bonus si me empujan o al menos si lo intentan. Andar por la calle jugando al videojuego de supervivencia de tornillogirl me hace aun más friky de lo que de por sí suelo ser.

He de reconocer, y lo digo bajito y medio escondida, que echaré de menos a la madre con sus ¿qué tal estas? cada cinco minutos, su persecución constante termómetro a cuestas, y su obsesión por preguntar a que se debe cada una de mis dolencias como si ya hubiese obtenido el título con MIR en maxilofacial y derivados.
Madre te extrañaré pero que agusto estaré mientras lo hago.

13/8/09

Un día de playa

Tras la eterna cuarentena llegan unos días de respiro con la maleta cargada de pastillas.



Dos gemelas, morenas por naturaleza, pasean sus manguitos naranja fosforito por el borde del agua. Dudan si son tan intrépidas pues la bandera está roja y el socorrista lejos.
Las olas llevan demasiada arena y algún fanático de la estética aprovecha para hacerse un piling con el rápido vaivén de las espumosas.

Hay quien bebe cerveza y quien come manzanas. El olor a coco remezclado con zanahoria es intenso. Por los altavoces una voz metálica recuerda que está prohibido bañarse.
La gente yayea en la orilla falseando la profundidad del agua, llega al cuello y de repente emerge el cuerpo, sin apenas sobrepasar el tobillo.

Alguna teta al aire, pero poca. Viento, pies revolviendo en la arena, periódicos que se arrugan antes de llegar a la sección de internacional, inglés, italiano, alemán y un móvil que no para de sonar. Tatuajes en un día nublado que despeina a las hormigas que se arremolinan en toallas.

Mama croquetea feliz a la sombra de la orilla, Jorge está sentado al borde de la esterilla fumando un cigarrillo y yo disfruto el olor a sal en mi nueva boca.

9/8/09

Emulando a Sartre

No contenta con la colección de dolencias que acompañan mi vida ultimamente mi oído ha decidido incluir una más en la lista. Llevo cuatro días enterrada en la cama por la peor borrachera que he tenido en mi vida y sin probar si quiera una gota de alcohol. Desde hace unos días padezco vértigo periférico, el nuevo compañero que ha decidido habitar mi cuerpo, convirtiendo la habitación en la que estoy en una espiral que da vueltas infinitas y trayendo la nausea, perpetua y reiterativa, a mi estómago. Resultado: cama, no alimentación, dolor de cabeza, tambaleo cerebral y arcadas.

Todo esto tiene un remedio curioso. Mi nueva doctora particular, la encantadora Sonia, una versión alta de Amelie con fonendoscopio, tras un exhaustivo análisis, me ha recetado Dogmatil "50", el medicamento con el prospecto más curioso y educativo que he leído nunca.



Se trata de todo un "antipsicótico", he de reconocer que es la primera vez en mi vida, aunque no lo creáis, que tengo que tomar algo precedido por este palabro, indicado para (y cito textualmente): cuadros psicopatológicos diversos (neurosis, depresión, somatizaciones neuróticas). Trastornos psicológicos funcionales. Síndromes psicosomáticos. Demencia seníl. Somatizaciones gastrointestinales. Vértigos.

¿Cómo se explica que yo con un vértigo de las afueras comparta medicación con una yaya que le habla a la pared, una mujer con la cabeza un tanto perdida y una postadolescente deprimida?

Aunque ahí no queda toda la chicha del prospecto. Hasta ahora la única vez que he leído un efecto secundario mortal en un prospecto ha sido en una caja de tampax, es verdad que pueden ser mortales debido al shock de "nomeacuerdodelnombre", pero como todas las mujeres estamos acostumbradas a usarlos, por lo menos yo, se nos olvida. Pero Dogmatil "50" tiene una colección de efectos adversos a dos columnas que quita el hipo, entre los que destacan en susto: parkinsonismo, imposibilidad de la persona de permanecer sentado, disquenia tardía (movimientos espasmódicos e involuntarios de la lengua y la cara), incremento del tamaño de las mamas en el hombre, disfunción orgásmica, secreción anormal de leche de las mamas fuera del período de embarazo. Si aun no has conseguido asustarte del todo y aun permaneces seguro y fiel a tu médico, decidido a tomar la medicación para que el dichoso vértigo abandone tu cuerpo y libere tu cabeza del malestar resaquero que te deja tieso a cada instante aun te queda otra línea de prospecto directa, discreta ella, a aniquilar tu seguridad, la complicación potencialmente mortal: el Síndrome Neuroléptico MALIGNO. ¿Cómo se le puede poner la palabra maligno, así sin más, a una enfermedad? ¿Quien la escribió, el malo de Austin Power cuando quería hacerle un regalo a su Miniyo?

En fin, pese a todo me he atrevido, en un ataque generoso de valentía, a tomar la medicación, y gracias a ella, o no, nunca podre saberlo con exactitud, voy estando un poco mejor. Hoy hasta me atrevo a escribir, despacio y entre espirales que retuercen las esquinas del ordenador.