Ayer el cielo se iluminaba de ruidos incesantes. La lluvia constante y fuerte me jugó una mala noche, o tal vez, simplemente, fue mi cabeza.
No se porque, pero ayer por la noche no me sentía fuerte. Notaba como cada vez me hacía más pequeña, en una cama que acabó resultando kilométrica. Imagino que después del derroche mental de adrenalina de estos días tocaba un momento de incertidumbre y desanimo. Soñé cosas complicadas, tal vez por amontonamiento cerebral, tal vez porque hay que tener instantes malos para descubrir y disfrutar los buenos.
Me he despertado con un sentimiento de clama, casi eclesiástico, un tanto extraño en mi, atea afiliada casi desde mi estado embrionario. Sin embargo me ha gustado darme cuenta de que soy persona y que como tal me alegro, sufro, río y lloro.
Dormir está siendo lo más complicado. El momento de apretar el off de mi mente es más difícil de lo que creía, siempre hay algún pensamiento que ronda persistente mientras mis párpados están cerrados, en silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario