
Un grupo reducido, pero a fin de cuentas grupo. Doce adolescentes, unos en fecha real, otros ya estamos pasados de vuelta, pero para estos menesteres podemos funcionar como tales...y todo un recinto cargado de adrenalina, gritos, risas, sofocos, sustos, sonrisas e histerias... un día de parque de atracciones.
Lamentablemente junto a nosotros otros mil millones de individuos haciendo colas interminables, bajo los toldos improvisados de uralita de las atracciones. Todos bien recocidos en nuestro jugo, como fresas sudadas bajo los campos de plástico verde de Almería.
La tensión y los nervios aumenta cuando miras durante tres curtos de hora subir y bajar a la gente gritando como posesos en las montañas rusas. Por cierto ¿por qué se llaman montañas rusas? ¿Serán invención de la misma familia que creo por primera vez la combinación de patata, atún, mayonesa y aceitunas conocida como ensaladilla rusa?
Lo curioso es que pese a las largas esperas todo queda compensado con un minuto concentrado de adrenalina suelta a su libre albedrío en la que todos somos iguales, en la que por un instante nos juntamos en un grito común, como una sociedad en celo en busca de la felicidad.
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