22/2/10

Sin puntos

Una tarde en la sala de espera de una consulta médica es siempre de lo más entretenida. Sobretodo cuando en la habitación jugamos a la silla, estirando las uñas y salivando. 19 personas y 14 espacios donde poner el culo. Todo el mundo apretando dientes, nadie se atrevía ni a levantarse a hacer un pis. Menos mal que el derecho de antigüedad y de constancia, con mis doscientasmilmillones de visitas en los últimos tres años me han otorgado cierto enchufe cuando la cosa está densa.

Fuera los puntos que me quedaban, que no eran todos los que me habían dado. Mi master prematuro en cirugía y mi desesperación por el sabor a sangre retiesa me llevaron a la sutil extracción de cierta cantidad de hilo negro cuando en plena histeria me salte las normas y me lave los dientes. En fin, que me quiten lo bailao, que después de alguna lagrimilla y un poco de sangre la boca me sabía a rosas. Si es que los zurcidos de hoy en día no son como la calceta de las abuelas.

Total: en quince días toca volver al hospital, a que vigilen el agujero que me han dejado en la mandíbula, apto para el tráfico de estupefacientes varios.

Como dice Perséfone, todo sea porque esto algún día acabará...

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